viernes, 22 de agosto de 2008

CURIOSIDAD DE NUESTRO ARTE






Algun@s sabéis de mi afición por algunas cuestiones esotéricas, nunca tuve más ánimo que el de la curiosidad por la que poder rebatir muchas de las cuestiones que se intentan alimentar, por todo medio, por el "lado oscuro de la vida", y también el ánimo por el que hacer demostrar que la physis obra cosas sorprendentes pero siempre demostrables científicamente. Con un amigo, hablando de este tema, salio a relucir un conocido blog que, por medio de numerosísimas entradas de multitud de gente anónima y participantes en dicho dominio, hacen una revisión de las archiconocidas leyendas urbanas, mitos y demonios, expedientes clasificados como "x" o inconclusos, OVNIS Y OMNIS, curiosidades y demás.
Movida por esa curiosidad de la que antes hablaba, me pasé una tarde por la citada página y me encontré un artículo que venía a decir algo así:

"El Ángel Caído fue erigido en 1874. La curiosa, y a la vez espeluznante, iniciativa fue del duque de Fernán Núñez, con cuyo nombre se bautizó posteriormente la hermosa avenida en la que se encuentra esta original fuente. Haciendo oídos sordos a las protestas de la sociedad madrileña de la época, que estaba escandalizada ante la idea de levantar un monumento a Satanás, el osado duque donó la cantidad de 11.000 duros para llevar a cabo el proyecto. De nada sirvieron las maniobras de los sectores más reacios a su realización. Sólo unos meses después, el 23 de octubre de ese mismo año, la estatua del Ángel Caído fue inaugurada. El conjunto artístico, que es una cita obligada para todo turista que pasa por la capital de España, tomó su nombre de una escultura que representaba la caída de Luzbel. Su autor, Ricardo Bellver, fue premiado por esta misma obra en la Exposición Nacional de 1878".

Sin ánimo de contradecir esta información, sino de contejarla, permitidme que de unas cuantas pinceladas sobre esta curiosidad de nuestro arte: no es en 1874 sino en 1877 cuando se erige la citada estatua de El El Ángel Caído y no es hasta 1880 cuando se construye el pedestal de piedra, bronce y granito que adopta la estructura al de una fuente y esta estatua pasa de su exhibición en interior a exterior.
Sí es cierto que gana (Ricardo Bellver), en 1878, la Medalla de Primera Clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes pero, en contraposición a su adquisición por parte de D. Manuel Falcó d'Adda y Vlacárcel, III Duque de Fernán Núñez, esta estatua fue adquirida por el Estado, y no por un valor de 11.000 duros sino de 4.800 (según la tasación previa efectuada por el Jurado de la Exposición).
Fue enviada a París con motivo de la celebración de la Exposición Universal de 1878 donde, en aquel momento, sólo se aceptaban trabajos realizados en mármol o bronce. Lo anterior motiva a la fundición en bronce de Él Ángel Caído que, hasta ese momento, mostraba su bello escorzo en yeso.
Posteriormente, pasa a formar parte de la colección del Museo Nacional. En octubre de 1879 su director, Benito Soriano Murillo, sugiere a la Dirección General de Instrucción Pública su exposición al aire libre. Tras la aceptación de dicha petición, la escultura se cede al Ayuntamiento de Madrid para su instalación en un lugar público (en los Jardines del Buen Retiro, ocupado antes por la antigua Fábrica de Porcelanas de la China -mandada construir por Carlos III a semejanza de la existente en Capodimonte, y destruida durante la Guerra de Independencia).

Y, ahora sí, si queréis una de curiosidades os diré que la Glorieta del Ángel Caído se encuentra a una altitud topográfica oficial de 666 metro sobre el nivel del mar en Alicante. No obstante, en la época en que se erige la fuente los instrumentos de medición no tenían la suficiente precisión como para conocer esta cota con tanta exactitud, por lo que, sencillamente, se trata de una casualidad llamativa, en todo caso.

Os dejo con un texto de la tercera y cuarta estrofa del Canto I de El paraíso perdido de John Milton, versos contenidos en el catálogo de la Exposición Nacional de Bellas Artes, celebrada en Madrid en 1878:

"Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver a él jamás. Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el empíreo, reflejándose en ellas el dolor más hondo, la consternación más grande, la soberbia más funesta y el odio más obstinado."

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