Creo que todos los que moreis por este blog habréis sentido en varias ocasiones de vuestras vidas esa sensación de desesperación que produce el hecho que, teniendo un criterio objetivo y adecuado de la realidad, tenéis que aguantar ciertas atrocidades bucálico-faringeas de individuos a los que, en primeras ocasiones, desearíais comedir en sus comentarios mientras uno se toma un café. Aquí uno se plantea la labor social de mediar entre sus cerebros y las comisuras de sus labios.
Una vez visto que hace oído sumiso tan siquiera ante la sencilla cordura, pasa uno al estadio de la ira (ésto, en función de la capacidad serenadora de/en uno mismo y la calidad psicopedagógica que haya sido uno capaz de demostrar en la fase anterior; por tanto, puede tardarse más o menos en encontrarse en este punto) donde, con la cara hinchada de vergüenza ajena, se sigue pretendiendo explicar hasta los axiomas indemostrables, el bien y el mal, la buena fe y la falsa moral y que el fin nunca justifica los medios en asuntos tan capitales como el que uno está defendiendo.
Llegados a este punto pasamos a la impotencia, a la conclusión que ya no puede atribuírsele, al insurrecto/a que tienes enfrente, el beneficio de la duda. Ya está claro, la equis se despeja poco a poco: este/a individuo/a no es tonto/a laba, es sencillamente el Mal por antonomasía, es el Ángel Caído del mundo de la Verdad, la Justicia y la Libertad.
Llega el momento del...¡plofffffff!: uno está tan herido de muerte y cansado de escuchar, que olvida ese "ego de oftalmologo", ese ego de ayuda al prójimo y consistente en hacerle ver lo que es correcto (que uno ha ido adquiriendo durante las diversas fases antes descritas) para pasar al mayor de los aplomos espirituales.
MENOS MAL QUE SON POCOS EN UNA GRAN VERDAD.
- Un consejillo: si os encontráis con algún individuo semejante a estos dos, corran antes que abran la boca.
- Otro consejillo, ahora para usted, Sr. Aznar: olvídese de escribir más libros, o el "Abogado del Diablo" tendrá que exiliarse a Marte.
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